Edward Bach - Creador de las esencias florales
- Hilda Díaz Ph.D.
- 10 jun 2023
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Desde más o menos mediados del siglo XX, la forma de tratar la enfermedad ha ido incluyendo, cada vez más, elementos de la naturaleza como son flores y plantas y sus derivados, tratados de forma natural y, en la medida de lo posible, sin químicos.
En la actualidad muchos médicos y terapeutas utilizan las esencias florales de Bach en sus tratamientos, aunque no sepan exactamente cómo actúan. La ciencia convencional carece aún de una explicación para la acción terapéutica de las flores.
Las esencias florales fueron creadas originalmente por el médico Edward Bach, quien nació en Moseley en las afueras de Birmingham, Reino Unido, el 24 de septiembre de 1886. Para complacer a su padre, especialmente, decidió colaborar con él en su fábrica de fundición de latón, antes de estudiar medicina. Allí observó, durante tres años, la actitud de los empleados frente a la enfermedad.
Bach inicia sus estudios de medicina en la Universidad de Birmingham y desde su comienzo mostró más interés por los enfermos que por los males que tenían. Observó también, que los pacientes que mostraban interés por mejorarse podían restablecerse más rápido que aquellos que no lo hacían.
Termina sus estudios en 1912 y obtiene en Cambridge, en 1914, un posgrado en Salud Pública. Incursiona en la inmunología y trabaja como bacteriólogo asistente del hospital-escuela de la universidad. Encuentra una relación entre las bacterias intestinales y la enfermedad crónica, lo que lo lleva a crear unas vacunas que resultaron efectivas en muchos pacientes. Por estos tiempos, Bach ya estaba convencido que el sistema para tratar a los enfermos debía ser, suave, sencillo, agradable, libre de efectos adversos y dirigido al paciente y no a su enfermedad.
Por esa época estalla la Primera Guerra Mundial, Bach no puede enlistarse debido a problemas de salud. En 1917 sufre una hemorragia severa y es intervenido de urgencia, y le dieron tres meses de vida. Regresó a trabajar dispuesto a dar lo mejor de sí y hacer su última contribución a la medicina antes de morir. Pero al pasar el tiempo se dio cuenta que su salud mejoraba cada día más y lo relacionó con el gusto y la satisfacción que su trabajo le ofrecían.
En 1920 ingresa como bacteriólogo en el Hospital Homeopático de Londres y allí se da cuenta que había una similitud entre su trabajo con las vacunas y los principios de la homeopatía; esto lo lleva a preparar siete nosodes de homeopatía, que aún todavía se usan.
Sin embargo, no estaba satisfecho pues sentía que todavía debía buscar en la naturaleza medicamentos que reemplazaran y a su vez ampliaran lo encontrado en las bacterias intestinales.
Esta búsqueda lo lleva a Gales en septiembre de 1928 y con algunos problemas de salud y prisa e impaciencia por encontrar algo que no sabía todavía, encuentra tres flores, la flor de la impaciencia, el mímulo y la clemátide.
Las esencias florales
Bach comienza a descubrir en sí mismo una gran sensibilidad para observar los potenciales de las flores para sanar y cada vez más se deja llevar por su intuición, descartando poco a poco los métodos científicos y su dependencia de los laboratorios.
Trabaja con las flores de diversas maneras, hasta que encuentra un sistema muy sencillo colocar las flores en un recipiente con agua de un arroyo cercano y dejarlas al sol por unas horas. Observa que las gotas de rocío que se posaban sobre las flores conservaban la vibración de estas. Deduce entonces que, si el agua es capaz de mantener esa vibración, al administrársela a un paciente la vibración se puede transmitir.
Puso en práctica su teoría y agregó alcohol a la mezcla pues se dio cuenta que estabilizaba más la solución. Tuvo rápidamente resultados muy prometedores y observó que las flores llegaban a sanar a todos los niveles (mente, cuerpo y energía), pues las flores sanan la causa de la enfermedad y no su manifestación.
Bach dedicó 4 años a su investigación de forma minuciosa y a un trabajo personal profundo; encontró 38 flores que conformarían su sistema. Un año después de anunciar que su investigación había concluido falleció el 27 de noviembre de 1936, tenía solo 50 años; sobrevivió al pronóstico de sus médicos por más de 20 años.